Jesucristo – su vida y enseñanzas
PARÁBOLAS EN EL MONTE DE LOS OLIVOS

Historia 32 – Mateo 24:1-25:46; Marcos 8:1-37; Lucas 21:5-38
Después que Jesús hubiera dicho sus últimas palabras al pueblo y a los dirigentes, salió del templo junto con sus discípulos. Al pasar por las puertas del lado este del templo, sus discípulos le dijeron: “Maestro, ¡qué majestuoso es este edificio! ¡Mira el trabajo de la fundación hecha en piedra!”. Pero Jesús les dijo: “¿Ven estas paredes? ¡Viene el tiempo cuando todo esto será demolido por completo! ¡No quedará ni una sola piedra sobre otra! La fundación de esta casa y de esta ciudad será completamente demolida.”

Esto hizo que sus seguidores se entristecieran profundamente, ya que, como todos los demás judíos, amaban el templo y la ciudad de Jerusalén. Para ellos, esto significaba la destrucción del mundo entero. Sin embargo, creían en lo que Jesús les había dicho, porque sabían que él era profeta con palabras verdaderas; y sabían que él era aún más que un profeta, el Hijo de Dios. De ahí bajaron al valle del arroyo de Cedrón y después subieron por la cuesta del monte de los Olivos. Desde la cima del monte vieron el templo y la ciudad; y algunos de los discípulos le preguntaron a Jesús: “Maestro, ¿cuándo sucederá todo esto? ¿Qué señal nos indicará que esas cosas están por ocurrir?”

Y Jesús se sentó en el monte con sus discípulos y les dijo muchas cosas que iban a suceder a la ciudad y en el mundo. Les dijo que habrían guerras, terremotos hambres y enfermedades; y cómo el enemigo vendría a destruir a Jerusalén y a dispersar a su gente, y de todos los problemas que vendrían en el mundo. También les dijo de su regreso como Señor sobre todo; y que todos los creyentes tendrían que estar preparados para su encuentro. Luego les contó esta historia, la Parábola de las diez damas de honor:

– Había diez damas de honor que tomaron sus lámparas y salieron para encontrarse con el novio. Cinco de ellas eran necias y cinco sabias. Las cinco que eran necias no llevaron suficiente aceite de oliva para sus lámparas, pero las otras cinco fueron tan sabias que llevaron aceite extra. Como el novio se demoró, a todas les dio sueño y se durmieron. A la medianoche, se despertaron ante el grito de: “¡Miren, ya viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!” Todas las damas de honor se levantaron y prepararon sus lámparas. Entonces las cinco necias les pidieron a las otras: “Por favor, dennos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se están apagando”.

Sin embargo, las sabias contestaron: “No tenemos suficiente para todas. Vayan a una tienda y compren un poco para ustedes”. Pero durante el lapso en que se fueron a comprar aceite, llegó el novio. Entonces las que estaban listas entraron con él a la fiesta de bodas y se cerró la puerta con llave. Más tarde, cuando regresaron las otras cinco damas de honor, se quedaron afuera, y llamaron: “¡Señor, Señor! ¡Ábrenos la puerta!” Él contestó: “Créanme, ¡no las conozco!” ¡Así que ustedes también deben estar alerta! Porque no saben el día ni la hora del regreso del Señor.

Jesús les contó a sus discípulos otra parábola o ilustración del fin del mundo. Les dijo: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria acompañado por todos los ángeles, entonces se sentará sobre su trono glorioso. Todas las naciones se reunirán en su presencia, y él separará a la gente como un pastor separa a las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que estén a su derecha: – Vengan, ustedes, que son benditos de mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Pues tuve hambre y me alimentaron. Tuve sed, y me dieron de beber. Fui extranjero, y me invitaron a su hogar. Estuve desnudo, y me dieron ropa. Estuve enfermo, y me cuidaron. Estuve en prisión, y me visitaron”.

Entonces esas personas a la derecha del Rey responderán: “Señor, ¿en qué momento te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos algo de beber, o te vimos como extranjero y te brindamos hospitalidad, o te vimos desnudo y te dimos ropa, o te vimos enfermo y en prisión, y te visitamos?” Y el Rey dirá: “Les digo la verdad, cuando hicieron alguna de estas cosas al más insignificante de estos, mis hermanos, ¡me lo hicieron a mí!”. Luego el Rey se dirigirá a los de la izquierda y dirá: ¡Fuera de aquí, ustedes, los malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus demonios! Pues tuve hambre, y no me alimentaron. Tuve sed, y no me dieron de beber. Fui extranjero, y no me invitaron a su hogar. Estuve desnudo, y no me dieron ropa. Estuve enfermo y en prisión, y no me visitaron”.

Entonces ellos responderán: “Señor, ¿en qué momento te vimos con hambre o con sed o como extranjero o desnudo o enfermo o en prisión y no te ayudamos?” Y él responderá: “Les digo la verdad, cuando se negaron a ayudar al más insignificante de estos, mis hermanos, se negaron a ayudarme a mí”. Y ellos irán al castigo eterno, pero los justos entrarán en el la vida eterna”. Y después de estas palabras, Jesús regresó con sus discípulos a Betania.