Jesucristo – su vida y enseñanzas
DOMINGO DE PALMAS

Historia 30 – Mateo 21:1-11; 26:6-16; Marcos 11:1-11; 14:3-11; Lucas 19:i29-41; 22:3-6; Juan 12:1-19
Jesús y sus discípulos salieron de Jericó y subieron a las montañas hacia Betania donde vivían sus amigas Marta y María; la misma aldea donde había resucitado a Lázaro. Muchas personas en Jerusalén se enteraron de la llegada de Jesús y fueron a recibirlo en Betania, la cual estaba como a tres kilómetros de Jerusalén. Algunos fueron a ver al resucitado Lázaro. Sin embargo, algunos de los líderes judíos se decían entre sí: “No solamente hay que matar a Jesús, sino también a Lázaro, ya que por su causa muchos han creído en Jesús”.

En la casa de un hombre llamado Simón, sus amigos prepararon una cena en honor de Jesús. Le llamaban, “Simón el leproso”, porque quizá fue uno de los que Jesús había sanado. Marta servía a Jesús, a los discípulos y a Lázaro, los cuales estaban recargados en los muebles alrededor de la mesa. Entonces en lo que comían, María hermana de Lázaro, tomo un frasco con un costoso perfume, y le ungió los pies a Jesús secándolos con sus propios cabellos. La casa se llenó de la fragancia del perfume. No obstante, a Judas Iscariote, uno de los discípulos de Jesús, no le pareció esto; y dijo: “¿Por qué desperdiciar un perfume tan costoso? Hubiera sido mejor venderlo para dar el dinero a los pobres”. No es que a Judas le importaran los pobres; en verdad, era un ladrón y, como estaba a cargo del dinero de los discípulos, a menudo robaba una parte para él.

Jesús respondió: “Déjenla en paz. No la critiquen por haber hecho algo tan bueno conmigo. Siempre habrá pobres entre ustedes, y pueden ayudarlos cuando quieran, pero a mí no siempre me tendrán. Ella hizo lo que pudo y ungió mi cuerpo en preparación para el entierro. Les digo la verdad, en cualquier lugar del mundo donde se predique la Buena Noticia, se recordará y se hablará de lo que hizo esta mujer”. Quizá María sabía y creía lo que otros no creían, que Jesús moriría pronto. Por medio de esta acción, ella demostró su amor por él y el dolor por su muerte venidera. Pero Judas, el discípulo que estaba a cargo del dinero, se enfureció con Jesús; y a partir de ese momento, buscó la oportunidad de traicionarlo y entregarlo a sus enemigos. Así que fue al jefe de los sacerdotes y le preguntó: “¿Qué me dan si les entrego a Jesús en sus manos?” Y ellos le dijeron: “Te daremos treinta piezas de plata”. Y por treinta piezas de plata, Judas prometió entregar a Jesús como prisionero.

A la mañana siguiente de la cena en Betania, Jesús mandó llamar a dos de sus discípulos y les dijo: “Vayan a la aldea que está allí y donde los dos caminos se cruzan verán un burrito atado, que nadie ha montado jamás. Desátenlo y tráiganlo aquí. Si alguien les pregunta: - ¿Qué  están haciendo? -, simplemente digan: - El Señor lo necesita y él lo devolverá pronto -. Los discípulos salieron y encontraron el burrito en la calle atado, y mientras lo desataban, el dueño dijo: “¿Qué están haciendo, por qué desatan ese burrito?” Y ellos contestaron lo que Jesús les había dicho: “El Señor lo necesita”.

Y el dueño les dio permiso de llevárselo. Así que llevaron el burrito a Jesús en el monte de Olivos y pusieron sus prendas encima y él se sentó allí. Entonces todos los discípulos y la multitud tendían sus prendas sobre el camino delante de él y otros extendían ramas frondosas que habían cortado en los campos. Y mientras Jesús pasaba por la montaña rumbo a Jerusalén, la gente que lo rodeaba agitaba sus ramas de palma y gritaba: “¡Alaben a Dios! ¡Bendiciones al que viene en el nombre del Señor! ¡Bendiciones al reino que viene, el reino de nuestro antepasado David! ¡Alaben a Dios en el cielo más alto! ¡La más grande de las bendiciones de Dios para el rey!”. Decían esto porque creían que Jesús era el Cristo, el Rey Ungido. Esperaban que estableciera su reino en Jerusalén. Algunos de los fariseos que estaban entre la multitud decían: “¡Maestro, reprende a tus seguidores por decir cosas como esas!” Jesús respondió: “Si ellos se callaran, las piedras a lo largo del camino se pondrían a clamar”.

Toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada a medida que Jesús entraba, y decía: “¿Quién es este?” Y las multitudes contestaban: “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”. Y Jesús entró en el templo y después de mirar todo detenidamente a su alrededor, salió porque ya era tarde. Después regresó a Betania y se quedó la noche allí con sus amigos. Todo esto ocurrió en domingo, el primer día de la semana. A ese domingo se le conoce como “Domingo de Palmas”, debido a las ramas de palma que pusieron para Jesús.