Jesucristo – su vida y enseñanzas
UNA JOVEN BAILARINA Y LO QUE RECIBIÓ

Historia 18 – Mateo 11:2-19; 14:1-12; Marcos 6:14-29; Lucas 7:18-35
Has de recordar que el rey Herodes Antipas había encarcelado a Juan el Bautista antes que Jesús fuera de Jerusalén a Galilea. Jesús había estado por casi un año en Galilea, mientras que Juan el Bautista estaba solo en la prisión cerca del mar Muerto. Los pocos seguidores que tenía fueron a verlo y le dijeron de los milagros que Jesús estaba haciendo. Aunque los milagros eran maravillosos, eso no era lo que Juan pensaba que debía pasar; y estando encarcelado, no tenía mucha información de lo que Jesús estaba haciendo. Juan empezó a dudar un poco, y no estaba seguro si Jesús era el Salvador que Dios había prometido de tiempo atrás.

A lo igual, sus seguidores lo preferían y sentían envidia de Jesús. Sabían que su maestro estaba solo y toda la atención estaba en Jesús. Juan envió a dos de sus seguidores para que le preguntaran a Jesús lo siguiente: “¿Eres tú el Mesías a quien hemos esperado o debemos seguir buscando a otro?” Cuando los hombres le llevaron el mensaje a Jesús, estaba en medio de muchos que sufrían. Vieron cómo curaba a los enfermos, los ciegos recobraban su vista y cómo sacaba los espíritus malignos; también escucharon lo que Jesús les enseñaba.

Ya que había terminado, Jesús vio a los hombre de Juan y les dijo: “Regresen a Juan y cuéntenle lo que han oído y visto: los ciegos ven, los cojos caminan bien, los leprosos son curados, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les predica la Buena Noticia. Y díganle que Dios bendice a los que no se apartan por causa de mí”.

Mientras los discípulos de Juan se iban, Jesús comenzó a hablar acerca de él a las multitudes: “¿A qué clase de hombre fueron a ver al desierto? ¿Acaso era una caña débil sacudida con la más leve brisa? ¿O esperaban ver a un hombre vestido con ropa costosa? No, la gente que usa ropa costosa vive en palacios. ¿Buscaban a un profeta? Así es, y él es más que un profeta. Juan es el hombre que prepararía el camino para el rey. Y les digo la verdad, de todos los que han vivido, nadie es superior a Juan el Bautista. Sin embargo, hasta la persona más insignificante en el reino del cielo es superior a él, pues él puede ver con sus propios ojos, en cuanto a Juan, él sólo sabe lo que otros le dicen acerca del evangelio”.

La gente que escuchó esto se alegró porque creían que Juan era un profeta, y él los había bautizado. Pero los fariseos y los dirigentes de los judíos no estaban muy contentos, ya que se habían rehusado a escuchar a Juan el Bautista y no se bautizaron. No mucho después de esto, vendría el final de la vida del noble Juan el Bautista.

Era el cumpleaños del rey Herodes, y una fiesta había sido preparada en su honor. Reunidos festejando con él estaban los príncipes y los nobles de su palacio. Y durante la fiesta de Herodes, la hija de su esposa, Herodías, bailó una danza en frente de todos sus invitados, a Herodes le agradó mucho; entonces le dijo a la joven: “Pídeme lo que quieras, y te lo daré”. Herodes le prometió con un juramente darle lo que ella quisiera, hasta la mitad de su reino. La joven consultó a su madre y le preguntó: “¿Qué le pido?” Y su madre le dijo lo que pidiera. La joven fue de prisa al rey y le dijo: “Quiero en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista”.

Entonces el rey se arrepintió de lo que había dicho; pero debido al juramento que había hecho delante de sus invitados, dio las órdenes necesarias. Así fue que decapitaron a Juan el Bautista en la prisión; trajeron su cabeza en una bandeja y se la dieron a la joven, quien se la llevó a su madre. Y como su padre, Herodes había hecho años atrás, decapitando a los niños en Belén; a lo igual su hijo Herodes decapitó a uno de los mejores hombres y profetas. Después los seguidores de Juan el Bautista llegaron a buscar su cuerpo y lo enterraron. Luego fueron a contarle a Jesús lo que había sucedido. Y estos seguidores comenzaron a seguir a Jesús.    

Herodes se enteró de lo que Jesús estaba haciendo, curando a los enfermos, los ciegos recobraban la vista y los muertos resucitaban. Jesús estaba en la boca de todos y se preguntaban quién podía ser. Algunos decían: “Es el profeta Elías que ha resucitado”. Otros decían: “Si él no es el profeta Elías, seguramente es uno de los profetas de antaño recobrando vida nuevamente”. Pero Herodes decía: “Yo sé quién es este hombre. ¡Es Juan el Bautista, al que mandé a matar! Se ha levantado de los muertos, y él está haciendo todas estas obras”. Y Herodes permaneció alarmado; tenía miedo del hombre que él mismo había mandado matar.