Jesucristo – su vida y enseñanzas
EL LISIADO EN EL ESTANQUE Y LA MANO PARALIZADA EN LA SINAGOGA

Historia 12 – Mateo 12:1-14; Marcos 2:23-3:6; Lucas 6:1-11; Juan 5:1-18
Jesús vivía en Capernaúm y la fiesta de la Pascua se acercaba, así que Jesús subió a Jerusalén para la celebración. Has de recordar la vez que sacó del templo a los que estaban vendiendo y comprando sacrificios. Esta fiesta que Jesús celebraba era la segunda Pascua desde que había comenzado su ministerio.

Jesús estaba en Jerusalén, y cerca del templo había un estanque llamado Betzatá rodeado de cinco pórticos. En esos pórticos se hallaban tendidos muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. En ciertos momentos el agua se agitaba y daba poderes curativos. Se sabe de algunos manantiales que pueden curar enfermedades, similar como la de esta historia.

Un sábado, Jesús se encontraba caminando entre los enfermos que estaban tendidos por el estanque esperando que se agitara el agua. Jesús notó a un hombre que estaba tirado en el suelo, y sabía que ya tenía cuarenta años de estar así; y le preguntó: “¿Quieres quedar sano?” El hombre no conocía a Jesús, pero le respondió: “Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque mientras se agita el agua, y cuando trato de hacerlo, otro se mete antes”. Jesús le dijo: “Levántate, recoge tu camilla y anda”.

El paralítico nunca había oído estas palabras, y tan pronto como las escuchó, sintió una fuerza que le corrió por sus extremidades y al instante quedó sano, se levantó, tomó su camilla en la que había estado tendido y se echó a andar rumbo a casa. Pero ese día era sábado y algunos le dijeron: “Hoy es sábado; no te está permitido cargar tu camilla”. Y sin detenerse, el hombre dijo: “El que me sanó me dijo: – Recoge tu camilla y anda”. Los judíos le preguntaron: “¿Quién es ese hombre que te dijo que recogieras tu camilla en el sábado?”

El que había sido sanado no tenía idea de quién era, porque Jesús se había escabullido entre la mucha gente que había en el lugar. Después de esto, Jesús lo encontró en el templo y le dijo: “Mira, ya has quedado sano. No vuelvas a pecar, no sea que te ocurra algo peor”. El hombre se fue del templo y le informó a los judíos que Jesús era quien lo había sanado. Los judíos se enfurecieron con Jesús por haber curado al hombre en el sábado. Y Jesús les dijo: “Mi Padre aun hoy está trabajando haciendo el bien, y yo también trabajo”. Precisamente por eso, los judíos querían matarlo; no sólo por haber curado en el sábado, pero por decir que Dios era su padre, haciéndolo el Hijo de Dios. Y aunque no le creían, en realidad sí era el Hijo de Dios.

Después de la Pascua, Jesús fue de regreso a Capernaúm en Galilea, junto al lago. Un sábado, Jesús pasaba con sus discípulos por los sembrados de trigo; al pasar, los discípulos arrancaron algunas espigas de trigo, las descascararon y empezaron a comérselas. La ley judía les permitía que cuando caminaban por los sembradíos, podían comer sólo lo que les cabía en la mano; no podían llevarse más.

Pero como los fariseos les gustaba presumir de justicia, dijeron que estaban rompiendo la ley al comer las espigas de trigo en el sábado, así que dijeron: “¡Mira! Tus discípulos están haciendo lo que está prohibido en sábado”. Jesús les contestó: “¿No han leído lo que hizo David en aquella ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios, y él y sus compañeros se comieron los panes consagrados a Dios, lo que no se les permitía a ellos sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no saben que los sacerdotes de turno en el templo pueden trabajar en el sábado sin tener culpa? Pues yo les digo que aquí está uno más grande que el templo. Sepan que el Hijo del hombre es Señor del sábado”. Jesús quería darles a entender que él era el Hijo de Dios, que Dios vivía en él aún más que en el templo. Hablaba como Señor de todo.

En otra ocasión, Jesús fue a la sinagoga o iglesia en sábado, donde había un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos lo veían muy de cerca para ver si Jesús iba a curar al hombre. No era que se sentían mal por el hombre, sino que buscaban una razón para acusarlo. Jesús sabía sus pensamientos, y le dijo al hombre: “Ponte de pie frente a todos”. El hombre se levantó de su camilla y se puso en frente de todos. Jesús se les quedó mirando, enojado y entristecido por la dureza de su corazón, y les dijo: “¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o matar? Si alguno de ustedes tiene una oveja y en sábado se le cae en un hoyo, ¿no la agarra y la saca? ¡Cuánto más vale un hombre que una oveja! Por lo tanto, está permitido hacer el bien en sábado”.

Entonces le dijo al hombre: “Extiende la mano”. El hombre obedeció lo que Jesús dijo y extendió su mano. En seguida su mano quedó restablecida, tan sana como la otra. Todos estaban impresionados por lo que había pasado, excepto los fariseos que odiaban a Jesús. Se salieron furiosos y de ahí en adelante empezaron a tramar cómo matarlo.