Historias de la Biblia hebrea
EL NIÑO EN SUNÉN

Historia 85 – 2 Reyes 4:8-37
El profeta Eliseo recorría la tierra de Israel enseñándoles a los que adoraban al Señor. Un día cuando el profeta Eliseo pasaba por Sunén, (una ciudad que estaba en una colina de donde se podía ver la llanura del Estraelón del este), cierta mujer de posición le insistió que comiera en su casa. Desde entonces, siempre que pasaba por ese pueblo, comía allí. Después de un tiempo, la mujer le dijo a su esposo: “Mira, yo estoy segura de que este hombre que siempre nos visita es un santo hombre de Dios. Hagámosle un cuarto en la azotea, y pongámosle allí una cama, una mesa con una silla, y una lámpara. De ese modo, cuando nos visite, tendrá un lugar donde quedarse”.

Así que le hicieron el cuarto y cada vez que Eliseo pasaba por allí, él y su criado tenían un lugar dónde quedarse; (Guiezi, su criado, le ayudaba a Eliseo de la misma manera que Eliseo le ayudaba a Elías). En cierta ocasión Eliseo le dijo a la mujer: “¡Te has tomado muchas molestias por nosotros! ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Quieres que le hable al rey o al jefe del ejército en tu favor?” Pero ella le respondió: “Yo vivo segura en medio de mi pueblo”. La mujer no deseaba otra cosa más.

Luego Guiezi le dijo a Eliseo: “Bueno, ella no tiene hijos”. Y Eliseo le dijo a la mujer: “El año que viene, por esta fecha, estarás abrazando a un hijo”. La noticia alegró mucho a la mujer que casi no podía creerlo, hasta que el bebé llegó. El niño creció, y un día salió a ver a su padre, que estaba con los segadores. De pronto exclamó: “¡Ay, mi cabeza! ¡Me duele la cabeza!” El padre vio que el niño estaba muy enfermo y, le pidió a uno de sus hombres que se lo llevara a su madre. El niño se quedó en los brazos de su madre toda la mañana y después, murió. La mujer no le dijo nada a su esposo que el niño había muerto. Fue en su burra tan pronto  como pudo a ver al profeta, el cual estaba al otro lado del llano, cerca del monte Carmelo. Eliseo la vio a lo lejos y le dijo a su criado Guiezi: “Corre a recibirla y pregúntale cómo está ella, y cómo están su esposo y el niño”.

El criado fue, y ella respondió que todos estaban bien. Pero luego fue a encontrar al profeta y se abrazó a los pies del hombre de Dios. Guiezi, el criado del profeta pensó que no era apropiado que la mujer lo estuviera abrazando de los pies, y se acercó con el propósito de apartarla, pero Eliseo intervino: “¡Déjala! Está muy angustiada, y el Señor me ha ocultado lo que pasa; no me ha dicho nada”. Y le reclamó la mujer: “Señor mío, ¿acaso yo le pedí a usted un hijo? ¿No le rogué que no me engañara?” Entonces Eliseo se dio cuenta de lo que había pasado, y le dijo a Guiezi: “Arréglate la ropa, toma mi bastón y ponte en camino a la casa de la mujer. Si te encuentras con alguien, ni lo saludes; si alguien te saluda, no le respondas. Y cuando llegues, coloca el bastón sobre la cara del niño”.

Pero la madre del niño no quería que solamente el criado fuera con ella, sino que quería que Eliseo fuera con ella también, y exclamó: “¡Le juro a usted que no lo dejaré solo! ¡Tan cierto como que el Señor y usted viven!” Así que Eliseo se levantó y se fue con ella a Sunén a través del llano. En el camino se encontraron con Guiezi que regresaba de la casa. Había hecho lo que Eliseo le había ordenado y le había puesto el bastón en la cara del niño. Guiezi le dijo a Eliseo: “El niño no despierta”.

Cuando Eliseo llegó a la casa, encontró al niño muerto, tendido en su cama con el bastón en su cara. Entró a su cuarto, cerró la puerta y oró al Señor junto a la cama. Luego subió a la cama y se tendió sobre el niño boca a boca y manos a manos, hasta que el cuerpo del niño empezó a entrar en calor. Eliseo se levantó y se puso a caminar de un lado a otro del cuarto, y luego volvió a tenderse sobre el niño. De pronto el niño estornudó y abrió los ojos. 

Entonces Eliseo le dijo a Guiezi que trajera a la mujer, y cuando ella entró, Eliseo le dijo: “Puedes llevarte a tu hijo”. Ella se arrojó a los pies de Eliseo y se postró rostro en tierra para demostrarle su agradecimiento profundo. Entonces tomó a su hijo y salió.