Historias de la Biblia hebrea
LA VOZ DE UN ÁNGEL SALVA LA VIDA DE UN JOVEN

Historia 10 – Génesis 22:1-23:20
En estas historias, cuando alguien adoraba a Dios, daba una ofrenda en un altar como regalo para Dios. La ofrenda era usualmente un animal que podían ocuparlo como comida, pero en vez, se lo ofrecían a Dios; a tal ofrenda se le conoce como “un sacrificio”. Pero la gente que adoraba ídolos, hacía cosas muy diferentes; creían que si sacrificaban cosas vivientes complacería más a sus dioses, al grado que a veces sacrificaban hasta sus propios niños en los altares. Los ídolos eran hechos de madera y piedra y no eran dioses verdaderos, sino que sólo eran imágenes.

Sin embargo, nuestro Padre Celestial deseaba ver lo obediente que Abraham le era a sus mandamientos, qué tan fiel le era a Dios; en otras palabras, qué tan grande era la fe de Abraham en Dios. Así que lo puso a prueba y le ordenó: “Toma a tu hijo, el único que tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria. Una vez allí, ofrécelo como sacrificio en el monte que yo te indicaré”. Dios le llamó “’único hijo”, porque era el hijo que había tenido con su esposa Sara, y también porque Ismael se había ido con su madre; así que Isaac era el único que vivía con Abraham. Esta prueba llenó el corazón de Abraham con dolor, pero no le sorprendió de la manera que sorprendería a un padre hoy en día. Este tipo de ofrendas eran muy comunes entre los incrédulos de donde Abraham vivía. Abraham nunca desobedeció ni dudó la palabra de Dios. Sabía que Isaac era la promesa que Dios le había dado, y por medio de Isaac y sus descendientes se cumpliría la promesa de Dios de hacer una gran nación de ellos. Abraham siempre tuvo fe en Dios, aun cuando le había pedido que sacrificara a Isaac.

Abraham se levantó de madrugada y ensilló su asno. También cortó leña para el sacrificio y, junto con dos de sus criados y su hijo Isaac, se encaminó hacia el lugar que Dios le había indicado. Al tercer día, Abraham alzó los ojos y a lo lejos vio el lugar, entonces le dijo a sus criados: “Quédense aquí con el asno. El muchacho y yo seguiremos adelante para adorar a Dios, y luego regresaremos junto a ustedes”. Abraham tomó la leña de la ofrenda y la puso sobre Isaac, su hijo; él, por su parte, cargó con el fuego y el cuchillo. Y los dos siguieron caminando juntos. Isaac le dijo a Abraham: “¡Padre!, aquí tenemos la leña y el fuego; pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?” –El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios, –le respondió Abraham. Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al lugar señalado por Dios. Abraham construyó un altar y preparó la leña. Después ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo, (¡estaba a punto de matar a su único hijo!), pero en ese momento el ángel del Señor le gritó desde el cielo: “¡Abraham! ¡Abraham!” –Aquí estoy –respondió. “No pongas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas ningún daño.” Le dijo el ángel. “Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo”.

¿Crees que las palabras del ángel le trajeron gozo y alivio al corazón de Abraham? Qué alivio para Abraham de saber que Dios no intentaba que su hijo muriera. Abraham alzó la vista y, en un matorral, vio un carnero enredado por los cuernos. Fue entonces, tomó el carnero y lo ofreció como sacrificio, en lugar de su hijo. Así que lo que dijo Abraham resultó cierto, que el Señor proveería. Y a ese sitio Abraham le puso por nombre: “El Señor provee”. Por eso hasta el día de hoy se dice: “En un monte provee el Señor”.

La obediencia de Abraham la cual parece, fue un poco extraña, fue de gran beneficio, ya que por medio de ésta, Dios bendijo a Abraham, y bendijo a sus descendientes en todas las naciones de la tierra. Y también esto sería como un adelanto de lo que habría de venir años más tarde. Un parecido entre Abraham y el sacrificio de su propio hijo, y cuando Dios mismo daría su Hijo Jesucristo como sacrificio de pecados para todo el mundo. Todo esto se puede aprender de la obediencia de Abraham en el monte.

Abraham vivía en un lugar llamado Berseba en la frontera del desierto, al sur de la tierra de Canaán. De Berseba había ido al monte Moría, y de allí de regreso a Berseba después del sacrificio en el monte. Berseba fue su hogar por muchos años. Después de algún tiempo, Sara, la esposa de Abraham, y la madre de Isaac, murió a la edad de ciento veintisiete años. Abraham compró una cueva de la gente de Hebrón que se llamaba Macpela, y allí, Abraham enterró a su esposa Sara.