El camino a casa
LA COLINA LLAMADA AREÓPAGO

Historia 11 – Hechos 17:1-34
Pablo y Silas salieron de Filipos a Tesalónica, la cual era la ciudad más grande en Macedonia. Allí había una sinagoga o iglesia donde los judíos adoraban y Pablo enseñaba el significado de las escrituras del Antiguo Testamento. Les explicaba y demostraba que era necesario que el Mesías padeciera y resucitara. Les decía: “Este Jesús que les anuncio es el Mesías, el Hijo de Dios y el rey de Israel.” Algunos de los judíos creyeron lo que Pablo enseñaba, como también lo hicieron un gran número de griegos, (estos eran de esa ciudad pero no eran judíos). Un buen grupo de mujeres de mucha influencia se convirtió a Cristo también, y el número de creyentes fue tanto que la iglesia en Tesalónica creció mucho.

Los judíos que no creían en Cristo se llenaron de envidia y de enojo al ver a tanta gente en busca del Señor, así que junto con muchas personas armaron un alboroto y asaltaron la casa de Jasón. Pensaron que Pablo y Silas estaban allí, y cuando la multitud entró a la casa y no pudieron encontrarlos, se llevaron a Jasón y a algunos de los apóstoles ante las autoridades de la ciudad, gritando: “¡Estos que han trastornado el mundo entero han venido también acá, y Jasón los ha recibido en su casa! Ellos están actuando en contra de las leyes del emperador Cesar y dicen que hay otro rey llamado Jesús.” Al oír y ver el alboroto, las autoridades de la ciudad temieron a la multitud, y para complacerlos hicieron que Jasón prometiera obedecer las leyes; aunque las autoridades sabían que Jasón y sus hombres no estaban haciendo nada malo, después de eso los libraron. Tan pronto como se hizo de noche, los hermanos enviaron a Pablo y a Silas a Bares, quienes al llegar fueron a la sinagoga de los judíos. Pablo empezó a predicar de Jesús no solamente a los judíos sino que a los gentiles los cuales adoraban con los judíos. Estos eran de un espíritu más noble que los de Tesalónica, de modo que recibieron el mensaje con mentes abiertas; todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les enseñaba. Muchos de los judíos creyeron, y también un buen número de gentiles. Los que estudian la Biblia siempre encontrarán a Cristo en sus páginas.

Cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que también en Berea estaba Pablo predicando la palabra de Dios, fueron allá para agitar y alborotar a las multitudes. En seguida los hermanos enviaron a Pablo hasta la costa, pero Silas y Timoteo se quedaron en Berea. Los que acompañaron a Pablo lo llevaron hasta Atenas. Luego regresaron con instrucciones de que Silas y Timoteo se reunieran con él tan pronto como les fuera posible. Mientras Pablo los esperaba en Atenas, le dolió en el alma ver que la ciudad estaba llena de tantos ídolos. Así que predicaba en la sinagoga y en la plaza, mientras que la gente de Atenas y los visitantes se la pasaban platicando de las nuevas que veían y que oían.

En Atenas habían muchos filósofos, hombres con mucha sabiduría; algunos de ellos empezaron a escuchar a Pablo y decían con desprecio: “¿Qué querrá decir esta charlatán?” Otros comentaban: “Parece que es predicador de dioses extranjeros.” Decían esto porque Pablo les predicaba las buenas nuevas de Jesús y de la resurrección. Entonces se lo llevaron a una reunión del Areópago. Le preguntaron: “¿Se puede saber qué nueva enseñanza es esta que usted presenta? Porque nos viene usted con ideas que nos suenan extrañas, y queremos saber qué significan”. Pablo se puso en medio del Areópago y en frente de todos dijo: “¡Ciudadanos atenienses! Veo que ustedes son muy religiosos en todo lo que hacen. Al pasar y fijarme en sus lugares sagrados, encontré un altar con esta inscripción: AL DIOS DESCONOCIDO. Pues bien, eso que ustedes adoran como algo desconocido es lo que yo les predico. El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos hechos por hombres, ni se deja servir por manos humanas, como si necesitara de algo. Por el contrario, él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. De un solo hombre hizo todas las naciones para que habitaran toda la tierra. Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen, ya que él no está lejos de ninguno de nosotros, puesto que en él vivimos, nos movemos y existimos. Como algunos de sus propios poetas han dicho: “Somos hijos de Dios.” Por tanto si somos hijos de Dios, no debemos pensar que Dios es como el oro, la plata o la piedra hecha por manos humanas. Él ha fijado un día en que juzgará al mundo con justicia, por medio del hombre que ha designado. De ello ha dado pruebas a todos al levantarlo de entre los muertos.”

Cuando oyeron de la resurrección, unos se burlaron; pero otros le dijeron: “Queremos que usted nos hable en otra ocasión sobre este tema”. En ese momento Pablo salió de la reunión y algunas personas se unieron a él y creyeron. Entre ellos estaba Dionisio, y una mujer llamada Dámaris, y otros más. El número de creyentes no era muy grande en Atenas.