El camino a casa
LO QUE PEDRO VIO POR EL MAR

Historia 7 – Hechos 9:32-11:18
La iglesia había empezado en muchas ciudades, Pedro era uno de los líderes entre los apóstoles; iba de lugar en lugar predicando el evangelio a los creyentes en Cristo. En una ocasión, él bajó cerca del Mar Grande, en la ciudad de Lida; ahí encontró a un paralítico que llevaba ocho años en cama. Pedro le dijo: “Levántate y recoge tu cama.” Al instante se levantó y recogió su cama donde había estado por tanto tiempo. Todos los que vivían en Lida y en Sarón lo vieron, y se convirtieron al Señor.

Había en Jope una discípula a la que todos la querían, Tabita, lo que significa en Hebreo “gacela”, (un animal muy bonito como el venado); en Griego se traduce Dorcas. Ésta se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres tal y como lo hacía su Señor Jesús. Sucedió que en esos días cayó enferma y murió. Pusieron el cadáver en un cuarto de la planta alta. Enviaron a dos hombres a rogarle a Pedro, el cual se encontraba en Lida, que viniese tan pronto como pudiera. Sin demora, Pedro se fue con ellos, y cuando llegó lo llevaron al cuarto de arriba. Todas las viudas y los pobres estaban allí llorando y mostrando las túnicas y otros vestidos que Dorcas les había hecho. Pedro hizo que todos salieran del cuarto; luego se puso de rodillas y oró. Volviéndose hacia la muerta, dijo: “¡Tabita, levántate!” - La mamá notó que Judit estaba cabeceando, así que la empujó suavemente y le dijo: “¡Judit, levántate!” Con ojos muy alertos, viendo a su mamá, Judit sonrió y mamá continuó. - Tabita abrió los ojos también y vio a Pedro. ¡La tomó de la mano y la sentó, después llamó a los creyentes y a las viudas, y les enseñó a Dorcas vivita! Esta estupenda noticia corrió por todo Jope, y muchos creyeron en el Señor. Pedro se quedó en Jope un buen tiempo, en la casa de un tal Simón, que era curtidor. Como a treinta minutos al norte de Jope, junto al Gran Mar en el pueblo de Cesarea, vivía un capitán romano llamado Cornelio. Él estaba a cargo de una armada de cientos de soldados. Hoy en día, a estos oficiales se les llama “capitán”, pero en la armada romana se les llamaba “centurión.” El centurión Cornelio no era judío, él era un gentil. Si recuerdas, el nombre “gentil”, era como los judíos les llamaban a todos los que no eran de su misma raza judía. Aunque Cornelio era gentil, no adoraba a ídolos como lo hacían muchos de los gentiles. Oraba a Dios constantemente y había enseñado a su familia a adorar a Dios. Eran devotos y temerosos de Dios. Hacían muchas obras buenas en el pueblo. Un día, tuvo una visión. Vio claramente a un ángel de Dios que se le acercaba y le decía: “¡Cornelio!” Cornelio le preguntó: “¿Qué quieres, Señor?” mirándolo fijamente con mucho miedo. El ángel le contestó: “Dios ha recibido tus oraciones y tus buenas obras. Envía de inmediato a algunos hombres a Jope para que hagan venir a un tal Simón al que le dicen Pedro. Se está quedando con Simón el curtidor, que tiene una casa junto al mar.” Después de que se fue el ángel, Cornelio llamó a dos siervos y a un soldado creyentes en el Señor. Les explicó todo lo que había sucedido y los envió a Jope.

Al siguiente día, mientras los siervos iban en camino, Pedro subió a la azotea a orar. Era casi el mediodía. Tuvo hambre y quiso algo de comer. Mientras se lo preparaban, vio una visión, en la que vio el cielo abierto y algo parecido a una gran sábana que, suspendida por las cuatro puntas, descendía hacia la tierra. En ella había toda clase de animales de cuatro patas, reptiles y aves. Algunos de estos animales, los judíos podían comer; pero había muchos que no podían comer como lo mandaba la ley antigua. Lo que a los judíos no se les permitía comer se le llamaba “común o impuro.” Pedro vio en esa sábana muchos de los animales impuros que él no podía comer. Oyó una voz que le dijo: “Levántate, Pedro; mata y come.” Pedro siendo muy cumplido en obedecer las leyes judías, replicó: “¡Jamás he comido nada impuro común!” La voz contestó: “Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro” Esto pasó tres veces, y en seguida la sábana fue recogida al cielo. Pedro no atinaba a explicar cuál podría ser el significado de la visión, y mientras seguía tratando de entenderla, el Espíritu del Señor le dijo: “Mira, Simón, tres hombres te buscan. Date prisa, baja y no dudes en ir con ellos, porque yo los he enviado.” En ese momento estaban en la puerta preguntando por Simón Pedro. Pedro bajó y les dijo: “Aquí estoy, yo soy el que buscan. ¿Cómo puedo servirles?” Los hombres dijeron: “Venimos de parte del centurión Cornelio, un hombre justo y temeroso de Dios, respetado por todo el pueblo judío. Un ángel de Dios le dijo que lo invitara a usted a su casa para escuchar lo que usted tiene que decirle.” Entonces Pedro los invitó a pasar la noche con él y le contaron todo lo que había sucedido.

Al día siguiente, Pedro se fue con ellos acompañado de algunos creyentes de Jope. Un día después llegó a Cesarea. Cornelio estaba esperándolo con los parientes y amigos íntimos que había reunido. Al llegar Pedro a la casa, Cornelio salió a recibirlo y, arrodillándose delante de él, le rindió homenaje. Pero Pedro hizo que se levantara, y le dijo: “Ponte de pie, que sólo soy un hombre, no Dios.” Pedro entró en la casa platicando con él, y encontró a muchos reunidos. Entonces les habló así: “Ustedes saben muy bien que nuestra ley no nos deja que un judío se junte con un extranjero o lo visite. Pero Dios me ha hecho ver que a nadie debo llamar impuro o inmundo. Por eso, cuando mandaron por mí, vine sin tardar. Ahora, permítanme preguntarles: ¿para qué me hicieron venir?” Cornelio contestó: “Hace cuatro días a esta misma hora, las tres de la tarde, estaba yo en casa orando. De repente se me apareció un hombre vestido con ropa brillante, y me dijo: “Cornelio, Dios ha oído tu oración y se ha acordado de tus obras buenas. Por lo tanto, envía a alguien a Jope para hacer venir a Simón, apodado Pedro, que se hospeda en la casa de Simón el curtidor, junto al mar.” Así que mandé rápidamente a llamarte, y tú has tenido la bondad de venir. Ahora estamos todos aquí, en la presencia de Dios, para escuchar todo lo que el Señor te ha dicho que nos digas.” Pedro tomó la palabra porque ya entendía finalmente el significado de su visión. Les dijo: “Ahora comprendo que para Dios no hay favoritismos, sino que a toda nación él ve con agrado a los que le temen y actúan con justicia. Entonces Pedro comenzó a decirles la historia de Jesús.

Mientras Pedro estaba hablando, el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escucharon el mensaje. Los judíos que estaban con Pedro se quedaron asombrados de que el don del Espíritu Santo se hubiera derramado también sobre los gentiles. Entonces Pedro respondió: “¿Acaso puede alguien negar el agua para que sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros?” Pedro mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo y se quedó unos días en la casa de Cornelio. Muy pronto la noticia de que los gentiles habían escuchado el evangelio y se habían bautizado, viajó a través de todas la iglesias en Judea. Al principio los judíos no podían aceptar que los gentiles podían ser permitidos en la iglesia. Después de que Pedro les explicó toda la historia de Cornelio, el ángel, su propia visión con la sábana y todos los animales y el Espíritu sobre los gentiles; los judíos se quedaron cayados y después glorificaron a Dios diciendo: “¡Así que Dios también a los gentiles les ha concedido el arrepentimiento para vida!” ¡En otras palabras, tanto gentiles como judíos pueden tener el perdón de pecados y pueden encontrar salvación en Jesucristo y así tener vida eterna!