El camino a casa
LA CARA BRILLANTE DE ESTEBAN

Historia 4 –Hechos 6:1-8:3
Hemos visto cómo los miembros en la iglesia de Jerusalén compartían su dinero con los pobres. Tanto como la iglesia crecía y crecía, las ofrendas se convirtieron en un problema. Algunas de las viudas eran ignoradas, sus amigos se quejaron con los apóstoles. Así que los doce juntaron a toda la iglesia y les dijeron: “No está bien que nosotros los apóstoles descuidemos el ministerio de la palabra de Dios para servir las mesas de dinero. Hermanos, escojan de entre ustedes a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu y de sabiduría, para que se hagan cargo de esta responsabilidad. Así para que nosotros nos dediquemos por completo a la oración y a predicar la palabra.”

A la iglesia le agradó mucho la idea, así que escogieron a siete hombres para que se encargaran de la ofrenda y la repartieran adecuadamente. El primero que escogieron fue a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo; escogieron a Felipe y a cinco más. Los presentaron a los apóstoles, quienes oraron y les impusieron las manos, separándolos para que se encargaran de cuidar a los pobres. Pero, Esteban hacía más que atender la necesidad de los pobres, él empezó a predicar el evangelio de Cristo. Predicaba con tanto poder que el que lo escuchaba sentía la verdad. Esteban fue el primero de entender que el evangelio de Cristo era para todas las personas, no solamente para los judíos. Esta verdad, Esteban la empezó a predicar con todas sus fuerzas. Esta enseñanza hizo que muchos judíos se enojaran, (a las personas que no eran judíos, se les llamaban “gentiles”, se les menospreciaba mucho y los judíos tenían cierto odio contra los gentiles). No sabían cómo contradecir lo que Esteban estaba diciendo. La gente y los dirigentes se enfurecieron bastante con sus palabras poderosas, así que se pusieron en contra de él. Lo atraparon y lo llevaron ante el Consejo de los dirigentes diciendo: “Este hombre ha estado hablando mal en contra del templo y está contra la ley de Moisés. ¡Lo oímos decir que Jesús de Nazaret destruirá este lugar y cambiará las leyes que Moisés no ha dado!”

Parcialmente era la verdad y mentira; no hay una mentira más maligna que la que contiene un poco de verdad. Después el sumo sacerdote le preguntó: “¿Esto es cierto?” Esteban se levantó para contestarle al sumo sacerdote y la mirada de toda la gente estaba sobre él. Vieron su cara brillante, como si fuera la cara de un ángel. Esteban comenzó a decirles de las maravillas que Dios había hecho para su pueblo en el pasado. Les dijo cómo Dios había llamado a Abraham a una tierra nueva. Cómo les había dado grandes hombres, como Moisés, José y todos los profetas. Les recordó cómo por medio de Dios, los israelitas habían tenido bendiciones aunque no habían sido fieles a Dios, y después Esteban dijo: “Ustedes son como sus antepasados, tercos, duros de corazón. ¡Siempre resisten al Espíritu Santo! ¡Sus antepasados mataron a los profetas los cuales Dios les mandó, y de la misma manera ustedes han matado a Jesús, el Santo de Dios!" Al oír esto, su furia fue tan grande contra Esteban que se lanzaron en agravio contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo y con su rostro brillante, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios. “¡Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie ala diestra de Dios!” Empezaron a gritar tapándose  los oídos y se abalanzaron sobre él, lo sacaron a empellones fuera de la cuidad y comenzaron a apedrearlo. Mientras lo apedreaban, Esteban oraba: “Señor Jesús, recibe mi espíritu. ¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!" Cuando dijo esto, Esteban murió - Pausando por un momento, la mamá preguntó, “¿Sigues conmigo?” Judit le respondió: “¡Claro que sí, me encantan tus historias bíblicas! ¿Cuál sigue?”